La acción se desarrolla en el campo argentino, a mediados del siglo XIX. Mediante un pacto con el diablo, un estanciero se enriqueció a cambio de su alma. Ha explicado a su hija que cualquier año, el último día de Carnaval, el demonio vendrá a cobrar su presa, situación que ensombrece su vida. La joven, a su vez, aguarda el regreso de su novio que se alejó en busca de fortuna.
Fiesta en la estancia; último día de Carnaval.
En medio de la alegría general, la llegada de un gaucho forastero enmascarado y ataviado de rojo, despierta el interés de los presentes. La hija, creyendo que es el demonio, comienza a agasajarlo, pues tiene pensado congraciarse con él para luego embriagarlo y eliminarlo. Pero en realidad no se trata del demonio sino de su novio que regresa.
Al terminar la danza entre Supay –el diablo-, provocando terror en el hacendado, quien se aproxima a su hija ante el desconcierto general. En ese momento ésta, siguiendo su plan, le ofrece una bebida al forastero enmascarado. Al quitarse el antifaz para beber, la joven reconoce a su novio. Un mozo rubio que adivina la situación, se acerca para impedir que beba.
Supay, que ha despertado el temor de los presentes, va hacia el estanciero tendiéndole la mano. El gaucho rojo se Interpone valientemente aprestándose para la lucha, y danza ante el demonio desafiándolo a beber. Supay, desdeñando el poder del brebaje lo toma y siente su acción. El novio le muestra entonces la cruz de su facón, poniéndolo en fuga. Todos celebran el hecho alborozadamente. |