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Música y Educación

de Ana Lucía Frega

Miembro de Número de la Academia Nacional de Educación

La música en la formación del futuro maestro

Ana Lucía Frega

Cátedra y Vida, Julio y agosto de 1968

La formación integral del educando es finalidad claramente enunciada por la Filosofía de la Educación ¿Puede el maestro que no ostente una integración tal des su misma cultura, trabajar en pro de dicha finalidad?
¿Podemos considerar integrada en su desenvolvimiento cultural a aquella persona que ignora, desconoce o menosprecia el mundo de lo estético?
¿Cumple su misión la Escuela Normal argentina en este campo?
Para intentar dar respuestas a estos interrogantes con algo que se parezca a soluciones, consideramos oportuno recordar el particular significado que la moderna educación acuerda a la educación por el arte; en nuestro caso, la música. Los objetivos de su inclusión como materia educadora pueden ser enunciados así:

a)      Conocimientos: De hombres y épocas, estilos y modalidades, incluidos en un contexto histórico que permitirá descubrir cómo y por qué y desarrollar un sano espíritu crítico.

De la lectura y escritura de la música, lo que abre el camino a cualquier actividad musical consciente.
De las relaciones de la música con las otras áreas del conocimiento humano en busca de la comprensión del ser humano como un todo.

b)      Habilidades: Buen manejo de la voz hablada o cantada, con un perfeccionamiento de la mecánica respiratoria y un enriquecimiento en la expresión; colaborará ala intercomunicación entre los seres.
Dominio de una y técnica instrumental sencilla. Esto permitirá al ser humano canalizar sus emociones y, eventualmente, descargar tensiones.

c)      Actitudes: De interés hacia este importante mundo de la cultura.

De responsabilidad en las relaciones del individuo con la comunidad, para las que son magnífica escuela las actividades de conjuntos corales e instrumentales.
De participación interesada, ya sea como realizador o como apreciador.
De amplitud de concepción ante el cambio, por la comprensión de la evolución del arte musical en las distintas épocas de la humanidad.
Sintetizando: se trata de posibilitar que todos los individuos logren el mejor aprovechamiento de todas sus potencialidades. Por este motivo, no es posible admitir que haya numerosas personas todavía, a lo largo y a lo  ancho de nuestro país, pionero en esta materia en América Latina, que todavía no disfruten de esta oportunidad.
Ello se debe, por lo menos, a dos factores:

  1. Falta de actualización en lo que a objetivos y recursos técnicos se refiere por parte de un sector de la docencia especializada en música.
  2. Falta de capacidad y/o interés en los maestros de grado, atribuibles indudablemente a deficiencias en la formación para la docencia por ellos recibida en la Escuela Normal.

La solución a 1) está siendo encarada activamente, a veces a partir de las esferas oficiales, otras a nivel de instituciones privadas, y bajo la forma de Cursos de Perfeccionamiento.
Es la respuesta a 2) la que interesa en este caso, por comprender que de la misma derivará la satisfacción a los interrogantes iniciales.
Además, es necesario tener esclarecido en la mente el siguiente hecho: no todas las escuelas del país, ni siquiera en las ciudades, cuentan con maestros de música. Ello significa que, en todos los demás, no se le otorga al individuo la posibilidad de ser educado en lo musical... por carencia de suficiente personal especializado.
Ahora bien: es aquí donde la colaboración del maestro de grado se hace todavía más preciosa. Si en la circunstancia en que la escuela cuenta con profesor de música, la actitud del maestro hacia esta actividad es casi definitoria de su rendimiento, por el respeto que el educando tiene del juicio de su maestro sobre todas las cosas; en aquellos casos en que no se cuenta con dicho especialista, el maestro de grado se ve obligado a asumir la difícil y delicada responsabilidad de no permitir que su alumno vea disminuida su formación en lo que a la música respecta.
Ante estas consideraciones, sólo cabe, entones, preguntar: ¿cómo está dotándose al maestro de los conocimientos y recursos didácticos que le permiten asumir estas responsabilidades con conocimiento de causa?
El análisis de los programas de Cultura Musical del ciclo básico no puede sino inspirar pesimismo en lo referente a la posibilidad de alcanzar estas metas:
Un primer año en el que se insiste en lo teórico con contenidos escasamente enunciados y que olvidan que mucho debió ya ser trabajado en la escuela primaria; donde lo valorativo se diluye por falta de vigencia en al vivencia. El segundo año, prolongación de lo negativo anterior en cuanto al lenguaje musical, con un planteo de tipo histórico cercenado en orígenes y evoluciones importantísimos y detenido, inexplicablemente, en “algún momento” de la historia de la música. Un tercer año con contenidos potencialmente interesantes, pero poco aprovechados, tan escuetamente enunciados que llegan a ser deficitarios... Esto no propicia una formación integrada para quien será educador del futuro.
Si sumamos métodos de trabajo envejecidos en lo que a dinamismo didáctico se refiere, y  agregamos el requerimiento de autoridades, ¡tantas veces aceptado por los profesores!, para tener un buen coro para los actos escolares, el panorama entonces no puede ser más oscuro.
Porque ocurre, y es interesante extenderse en este análisis, que cuando se resuelve presentar un coro se comienza por traumatizantes selecciones de voces que eliminan de la actividad a muchos. Se sigue por el aprendizaje de obras por oído, sin el aprovechamiento de los conocimientos teóricos aprendidos en primero y segundo año. Se continúa con reiteraciones de partes, es decir ensayos, que muchas veces significan el abandono de otras horas de clase, o el hastío para los que no pueden participar. Porque no siempre se dan normas técnicas necesarias para que el proceso de la fonación sea, a más de lúcido, no peligroso. Porque, por la angustia de presentaciones de riesgo y el abordaje de temas que superan las auténticas posibilidades e intereses de la adolescencia, se producen pérdidas progresivas del deseo de participar, lo que da como resultado que la mayoría de esos coristas no desarrollen la actitud de interés necesaria como para continuar con la práctica en el futuro, una vez liberados de la responsabilidad escolar.
Sea todo esto dicho no en desmedro de la actividad coral, que debería existir en todo establecimiento educativo de enseñanza media, en una organización vocacional, voluntaria y extraprogramática, sino como censura a lo que no es más que una deformación de los auténticos objetivos de la materia Cultura Musical.
Es indudable, a tenor de lo dicho con anterioridad, que una revisión de los programas del ciclo básico es, no ya urgente, sino impostergable. Sería de desear que las autoridades consultaran a quienes han acumulado experiencia e investigación en este nivel de la educación general en la Argentina para una renovación que se espera rápida.
Pues bien, y mientras tanto, queda desear una reforma en lo que ala administración de los contenidos actuales de dichos programas se refiere.
Si, como gustamos pensar, toda materia –tanto en la carrera de magisterio como en los profesorados- debería ser impartida en una forma didáctica irreprochable y ejemplar, se trataría de transmitir esos contenidos en forma activa y vivenciada, en procura de la realización de una seria y sólida educación musical, que continúe los esfuerzos acumulados durante el nivel primario, enriqueciéndolos, ampliándolos, construyendo más y más.
Hay, aparentemente, en algunas mentes el concepto de que planificar, motivar, son gestos necesarios sólo a nivel primario. Fuerza es reconocer que aparece aquí un olvido de la psicología del ser humano por cuanto ambas acciones arriba mencionadas son permanentes a todo lo largo de la vida del hombre. Planificar, entonces, los contenidos, motivar su aprendizaje, puede remediar, aunque sea en parte y como solución transitoria, las deficiencias del programa de la materia Música en el ciclo básico.
¿Qué ocurrirá en los dos cursos de Magisterio? Se tratará aquí de entregar al futuro maestro las técnicas didácticas específicas que lo capaciten para:

  1. Colaborar con el maestro de música, comprendiendo sui quehacer y constituyendo un equipo;
  2. Para prolongar y ejercitar lo que el educando conoce en las clases de la especialidad;
  3. Aprovechar los potenciales de recreación, relajación y enriquecimiento cultural que la materia brinda en muchas instancias del quehacer educativo;
  4. Cumplir, cuando no se cuenta con un especialista en música en cada escuela, pero existe un experto con funciones de asesor, esa tarea educativa de la que, de otro modo, se vería privados los educandos.

Aquí es necesario aclarar que los profesores que dictan Pedagogía y Didáctica General en el ciclo de magisterio deberán informarse acerca de los objetivos de la educación musical, para poder interpretarlos y compartirlos con sus discípulos. Es, asimismo, deseable que la didáctica de la música, o bien por un equipo integrado por los profesores de Didáctica y de Música.
Así, los futuros maestros estarían integrados ellos mismos en su caudal cultural, dispuesto, preparados, capacitados e interesado en cumplir acabadamente la importante función que la sociedad les confía, para la que los formaría debidamente y por la que se han inclinado en una consciente actitud vocacional.

 

 

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Fecha de lanzamiento 1-02-2001
Responsable: Ana María Mondolo